Los técnicos municipales de Parques y Jardines admiten de buen grado el nombre de 'tamarindos' para los árboles más característicos de San Sebastián. Son esas 'esculturas arbóreas' de barrocas y caprichosas formas a las que dedican mucho tiempo, especialmente a los ejemplares de Alderdi Eder, donde están los ejemplares más antiguos de la ciudad. Pero oficialmente son tamarices y con esta denominación aparecen en las mesas explicativas instaladas en junto al paseo de La Concha, con las que pretenden que donostiarras y visitantes valoren y cuiden estos especiales árboles.
En San Sebastián pueden verse en Urgull o en las orillas del Urumea. De hecho en euskera se denomina 'milazka' al tamariz. Santander tiene censados unos 10.000 ejemplares y allí sí que los denominan tamarices. Son muy resistentes a la sal y al viento y poco exigentes con las condiciones ambientales. El tamarindo es un árbol originario de zonas tropicales y su fruta da la famosa pulpa comestible.
Los tamarices llegaron a Donostia en 1885, de la mano del que fuera concejal del Ayuntamiento de Donostia, Agapito Ponsol, y del jardinero municipal Pierre Ducasse. Agapito era hijo de Bernardo Ponsol, fundador de Casa Ponsol, establecimiento que sigue abierto en su ubicación inicial de calle Narrica esquina Sarriegi y que desde hace varias generaciones regenta la familia Leclercq. Agapito arriesgó: los tamarices sustituyeron a los chopos carolinos y los donostiarras de aquellos años se burlaron de los arbolitos, cuentan los cronistas. Pero el celo del jardinero municipal derivó en unos bellos y frondosos árboles y la idea de Ponsol se demostró con los años como genial.
«A finales del siglo XIX, ninguno de los árboles plantados en los jardines de Alderdi Eder había conseguido superar el viento y los temporales del mar Cantábrico», se dice en las mesas informativas colocadas por el departamento de Parques y Jardines. «Todos eran derribados y arrastrados, o sus ramas, arrancadas de los troncos». Por ello, la propuesta de plantar tamarices -árboles de gran resistencia a los vientos y adaptabilidad al ambiente salino-, realizada por el entonces concejal Agapito Ponsol pudo tener tanto recorrido. «Una planta de porte más pequeño, dura y resistente como los tamarices podía ser la solución. Pese a que por su naturaleza arbustiva precisa de tiempo para crecer y , sobre todo, de un cuidado y una poda continua para alcanzar formas parecidas a las de un árbol». - Fuente El Diario Vasco


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